domingo, 7 de septiembre de 2008

DECIMOCTAVA ETAPA: TURQUÍA-SERBIA (974 kms)


12 de agosto de 2.008

Despertamos a una hora decente y sin prisa subimos a desayunar a la maravillosa terraza del hotel Arcadia para dar una última despedida a las increíbles vistas de Santa Sofía y rápidamente nos ponemos al tajo, con renovadas energías y sabiéndonos ya cerca de la meta, de haber pasado lo más difícil y de en un breve espacio de tiempo volver a estar en casa. Yo, la verdad ya tengo ganas. Lo visto y vivido por oriente has sido de lo más grande que he hecho jamás y lo sé al alcance de muy pocos. A nadie en su sano juicio se le ocurriría una aventura de esta envergadura y que a estas alturas la hayamos resuelto tan bien y con tanta fuerza de espíritu. Bajamos el equipaje y emprendemos el viaje rumbo a Edirne, para seguidamente cruzar a Bulgaria. Todo sucede de la manera más natural y sin ningún contratiempo. La aduana la cruzamos en un plazo razonable y sin demasiados trámites. Una nube de abejas nos recibe y ya se convertirán en algo habitual. Lo importante es no perder los nervios y dejar que hagan lo suyo. Si no las molestas y no pones la mano donde no debes no te picarán. Me lo digo y me lo repito tratando de conservar la sangre fría pero no estoy muy convencido. Finalmente nada sucede a pesar de tener más de 5 de ellas encima de mí.

Ya en el lado búlgaro nos reciben bellísimas agentes de aduanas que con grandes sonrisas nos dan una cálida bienvenida. Sus enormes ojos azules aún dan vueltas al ver la cantidad de cuños que llevamos en nuestros pasaportes. Deben pensar que estamos locos o algo por el estilo.
Bulgaria me parece un país por descubrir. Aún está muy virgen y seguro que depara muchas sorpresas para el viajero que se atreva a llegar hasta allí, además la gente con la que nos hemos cruzado se ha mostrado muy noble y amabilísima, contentos siempre por una cosa u otra. Todo es motivo de risa, chisme y comentario. Lástima no poder detenernos y que ahora todo lo que nos queda sea de paso. En pocos días empiezo a trabajar y tengo que llegar lo antes posible. Campo, muchísimo campo e insectos, nubes de ellos chocan contra nuestros cascos y cada vez que paramos a repostar es obligatorio limpiar bien la visera puesto que no vemos nada de la gran cantidad que quedan aplastados contra ella. Dejamos Sofía a nuestra derecha y seguimos hacia la aduana con Serbia. Paramos en un restaurante de carretera y nos zampamos unos tremendos platos de ensalada y pollo a la plancha que estaban deliciosos. Y no era que lleváramos hambre atrasada sino que se notaba que eran productos de la huerta y sabían a gloria. Un diez.

Me impacta mucho la aduana: paisaje nuevamente alpino con abetos por todas partes pero un cierto aire lóbrego que me hace desconfiar. Para mí los serbios fueron los malos de la guerra de Yugoslavia y quizás por eso esté un poco predispuesto en su contra pero bueno, este no es el sitio ni el momento de comentar eso. Un pastor alemán ladra a todos los que cruzamos enseñando los dientes, me dan ganas de bajar y darle una patada en la boca. Los uniformes, las malas caras y las malas formas de los agentes aduaneros no ayudan para nada. Me piden el pasaporte a gritos y me lo arrancan de las manos. Lo revisan de arriba a abajo, miran la foto, me miran a mí y de un fuerte golpe le estampan el sello de entrada. A mí me tocó una bruja con una cara de amargada que no podía con ella y le dije con sorna (con acento alemán): "Bienvenidos a Serrrrbia" y ella me contesta en español: "Nos volveremos a verrrr". Me quedé helado. Me puse el pasaporte en la boca y salí sin siquiera ponerme los guantes. Más adelante paré a esperar a Jose y comentamos los dos lo mismo, las malas formas y las malas caras: Comparando con la alegría Búlgara esto nos pareció lo más cercano a la Alemania nazi que pudiera imaginar. Tiramos millas con ganas de llegar lo más lejos posible. Las carreteras no están en muy buen estado y hay que estar muy atento a los boquetes que vienen a recibirte: nos llevamos más de uno. Es inevitable. Más campo y más campo, y más insectos y más insectos, y para animar un poco el viaje tuve un incidente en una gasolinera:
Paramos a repostar y el gasolinero me dijo (siempre con mala cara) que fuera a pagar dentro mientras él cerraba el tapón. Entré y había un gordo enorme sentado en la caja fumando como un carretero (¿en una gasolinera?) junto con dos tipos más (también con malas caras). Pagué y salí de allí pues no se podía ni respirar de la cantidad de humo que había. Ya tenía ganas de dejar a estos tipos atrás. Se nota que han perdido una guerra. Hay señales de ello a poco que busques. Se les nota que son unos amargados. Subo, arranco y de nuevo carretera. al cabo de unos cuantos kilómetros en una curva siento un golpe en mi rodilla y miro para ver qué me ha golpeado y veo que ha saltado el tapón de la gasolina y que voy perdiéndola a chorros. ¡El cabrón de la gasolinera no cerró bien el tapón!. Paro y bajo corriendo a buscarlo pero esto es campo y campo y más campo y las hierbas están altas y será prácticamente imposible encontrarlo. Recorro a pié un buen tramos arriba y abajo de un lado y del otro de la carretera una y otra vez, pero sin noticias del tapón. Jóse que iba delante al ver que no lo seguía se asusta temiendo que me haya pasado algo y regresa. me ayuda en la búsqueda pero nada. No hay tapón. Me dice que tape como pueda el agujero y que en una gasolinera a ver si encontramos un tapón de emergencia (yo ni sabía que existían). Pongo una bolsa de plástico y a pesar de ello voy perdiendo gasolina. Por suerte, en la siguiente estación de servicio que paramos tenían tapones de estos, que parece son universales y aunque no ajusta al 100% cumple su función.

Hemos perdido tiempo y nos cae la noche a 200 kilómetros de Belgrado. Con buen tino en lugar de hacer la machada de llegar paramos en un hotel de carretera muy al estilo Norman Bates para descansar y mañana será otro día. Subimos lel equipaje a la espartana habitación y bajamos de nuevo a tomar una buena cerveza. Pedimos la mejor y sí que está buena sí, y lo mejor es que en casi todos los países que hemos visitado son de 500 cl. No les damos tiempo a que se calienten.

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