miércoles, 4 de abril de 2007

TIZNIT - OUARZAZATE, 450 kms






Hoy ha sido un dia, cuanto menos, inesperadamente movidito. Amanecemos deliberando si enfilar a Essaouira o Marrakech y finalmente optamos por la via no pensada, afortunadamente, porque los paisajes que se han ido sucediendo no tienen parangón. Escogimos Ouarzazate como siguiente destino de nuestro retorno a casa. Los primeros 300 kilómetros han sido un suceder de campos de cítricos, la huerta marroquí que se desarrolla a la falda del Atlas. El aroma de los naranjos en flor nos acompaña durante todo el trayecto. Como anécdota curiosa vemos una serie de árboles de cuyas ramas ¡brotaban cabras!. Cabras equilibristas, montadas sobre ellas, mordisqueando cualquier brote u hoja. Kilómetros y kilómetros de arcana agricultura en los que los burros siguen siendo los reyes para la carga y el transporte. Empezamos a escalar la cara sur del Atlas hasta llegar al altiplano. Recuerden que nos encontramos en África y aquí todo es gigantesco. Enormes páramos bellísimos por donde pastorea tranquilamente todo tipo de ganado lanar. Algún maestro enseñando a su halcón a volar (el arte de la cetrería en Marruecos, a demás de tradición es casi religión). Vamos serpenteando entre enormes llanuras. Grandes rocas fragmentadas en millones de inquietantes pedazos hacen a la vez aspecto lunar en ciertos parajes. Las carreteras marroquíes, por lo general, mejores que las españolas, aunque en ciertos tramos se convierten en caminos asfaltados de un solo carril, donde impera la ley del más grande: va camión, viene coche, se aparta el coche; va coche, viene moto, se aparta la moto... En la cima de uno de los picos se encuentran los decorados de la película norteamericana de terror "Las colinas tienen ojos", gasolinera-restaurant made in USA con detalles macabros por doquier, restos humanos, calaveras, osamentas varias... sacamos fotos y nos vamos corriendo antes que el guarda saque una sierra eléctrica y nos descuartize. La verdad que pone los pelos de punta. El perro cojo es de verdad, no forma parte del decorado.
Tras disfrutar de lo lindo con estas vistas difícilmente narrables, pues siempre las palabras serán pocas ante tanta belleza y tanta rotundidad de formas, a 30 kilómetros de Ouarzazate nos alcanza, como salida de la nada, una espectacular tormenta de arena que nos impide la visión a 10 metros más allá del timón, acompañada de un viento de fuerza descomunal, que nos obliga a reducir la velocidad a tan solo 20 km/h e inclinar la moto a un ángulo de unos 50º para así contrarestar el empuje del viento e ir ganando metro a metro un refugio seguro. Tanta es la fuerza que finalmente el viento tumba la moto de Figui, que delante de mí veo como lo levanta a él y a moto y lo arroja al suelo como si se hubiera tratado de un muñeco de cartón y tengo que parar para ayudarlo a levantarla pues tenía un pie atrapado bajo ella. El viento es ya imparable y entramos finalmente en la ciudad de Ouarzazate. En las afueras osamos parar ante los estudios cinematográficos para comprobar si al dia siguiente se podían visitar y nuevamente otra fortísima racha de viento vuelve a tumbar la moto de Jose Luís, esta vez sobre la mía, quedando yo inmovil sin poderme mover, por un lado por no hacer daño a Jose y por el otro por no perder pie y caer yo también. Un chófer para al vernos en tan difícil trance y tenemos que emplearnos a fondo para vencer al viento y levantar nuevamente la moto, esta vez sin desperfecto alguno. Las fuerzas flaquean y entramos en el hotel Ibis. Al vernos con tan mal aspecto (sucios de polvo y arena y con cara de locos) nos dan rápidamente alojo. Ducha de agua caliente, cena y cubalibre con habano para celebrar la gesta (como país musulmán el alcohol está prohibido y sólo algunos hoteles lo tienen para los extranjeros). Haberlo conseguido con unas condiciones tan extremas desde luego que es una gran gesta digna de pasar a los archivos de nuestra memoria para ser contada en los próximos años una vez y otra y otra. Por la noche tuve pesadillas con el perro cojo.

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