lunes, 27 de julio de 2009

Jueves 23 de julio de 2009




Desde Rusia con amor.
Por fin nos zafamos de la pesadilla de las carreteras Ukranianas, aunque el único tramo más o menos decente es el que hemos hecho hoy entre Kiev y la frontera con Rusia. Unas nuevas obras nos desvían por un pueblecito campesino y dudo al 100% si estoy en Pinar del Rio o en donde demonios. La falta de negritos es lo único que me pone en sitio.
Por el camino una patrulla me saca una foto circulando a 84 km/h y me quieren poner una multa. Les digo que no llevo dinero y que si quieren que me esposen y me lleven al cuartelillo. Para reforzar la idea junto las muñecas y el poli gordo (¿porqué será que siempre van uno gordo y otro flaco?) se ríe a mandíbula batiente y saca las esposas para seguir el juego pero las vuelve a guardar enseguida. Todo lo que llevaba en su moneda era un billete de 100 (10€ al cambio) y con eso se contentan, no sin antes ofrecerme un Marlboro y unos buenos deseos en nuestro viaje. Ya creo que esto forma parte de un programa folklórico especial para el turismo.

LLegamos a la aduana sin demasiados contratiempos y esperamos la lotería del papeleo. Con suerte pasaremos rápido, sin ella nos tendrán ahí todo el día. Como suele ser habitual cuando dices que eres de Barcelona enseguida sale alguien con el futbol y a este efecto llevo arriba unos posters del Barça que abren más puertas que un cerrajero viejo, y así repartiendo aquí y allá hemos pasado la frontera en TAN SOLO 2 horitas a pleno sol, que no es moco de pavo, aunque previamente nos han sacado la pasta con nosequé de seguro obligatorio para Rusia, en fin, gajes fronteriles.

Ya estamos dentro y , ¡oh sorpresa! las carreteras siguen siendo una gran mierda. Parece que el comunismo más que contra el capitalismo estaba contra el asfalto. Dice Jose que a los dictadores no les interesa que la gente se desplace. Aquí el piso es de bloques de hormigón. Un carril de ida y uno de vuelta, y en los más de 600 kilómetros de hoy hemos visto tres grandes accidentes de camiones y hasta un muerto.
El traqueteo de la moto es el no va más. Pasar de 100 se puede convertir en un suicidio en según que tramos y todo porque las amortiguaciones reforzadas aquí no dan la talla. Un grupo de motoristas nos adelanta sin esfuerzo y en parte es por las suspensiones y poque iban más ligeros de equipaje. Ya la Scrambler está al tope de sus potencialidades y para estos usos requiere de una preparación más a fondo.
Mientras, el paisaje es enorme en todo. Aquí la naturaleza no está domada por la mano del hombre (o el hombre tiene una mano muy grande). De tanto en tanto nos encontramos con vestigios del pasado soviético. Me gusta verlos.

No queriendo entrar en Moscú nos quedamos en hotel de carretera decente, kitsch pero decente, y compartimos mesa con unos ingleses que están participando en el Mongol rally. Pasamos un buen rato compartiendo experiencias de viaje.

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