miércoles, 27 de agosto de 2008

DECIMOCUARTA ETAPA: SIRIA - LIBANO (117 kms)


8 de agosto de 2.008

Salimos con el corazón partido del Four Seasons Damascus y todo son parabienes de los amabilísimos empleados. Nos regalan botellas de agua fría para el viaje y le dicen al Figui que "somos famosos". La verdad no sé por qué, si no es por nuestras pintas. Todo jeques árabes y gente de negocios muy bien vestida y nosotros dos que parece que salimos de las cavernas. Igual es por esto que nos atienden tan bien, les resultamos exóticos y desde luego que les hacemos reír con nuestro buen humor habitual.

Arrancamos y enseguida llegamos a la frontera. Hace mucho calor y tras los trámites habituales ya estamos dentro.
Lo primero que veo es una tanqueta, dos soldados y tres policías bien armados abusando de un vendedor ambulante, levantándole el sombrero de paja y golpeándole con él mientras se rien metralleta en mano. Mal rollo. Cuando se cansan de jugar con el pobre desgraciado se fijan en las motos y allá van a tocar. Yo, que me los miro desde la distancia y a la sombra les pego un grito y señalándolos uno por uno con el dedo a los tres les digo: "¡Eh!. Tú, tú y tú: Fuera! y no se qué cara estaría poniendo que me hicieron caso. ¡Increíble!.

Papeles listos: ¡hacia Beirut!. La aduana con Siria está en lo alto de una montaña así que ahora hay que bajar todo lo subido hasta nivel del mar: ¡Que miedo! Conducen en plan suicida. De una carretera de 2 carriles la convierten en 4 y tanto da quien tenga preferencia, es la ley del más duro, del más lanzado, del más loco, y tampoco te puedes quedar atrás porque si nó no llegas. Coches, camiones y 4x4 a por todas, todas, con un asfalto en pésimas condiciones, ya digo, sensación de país en guerra y sálvese quien pueda.

Por lo que voy viendo, casas que antaño fueron muy lindas, señoriales. LLegamos a Beirut y nos hacemos guiar por un taxi al Hotel Cavalier, donde Maruja Torres reside largas temporadas y al cual hace referencia en su última novela "La amante en guerra". Solo con nombrar su nombre en recepción se les dibuja una sonrisa y nos abren las puertas de par en par. Está en el barrio de Hansa, un barrio pijo que nada tiene que envidiar a los barrios más pijos de cualquier ciudad del mundo. Salimos a dar una vuelta por el centro y la verdad es que la ciudad nos decepciona mucho. Me explico: de las ruinas de la guerra del 75 casi no queda nada y de las guerra más recientes, los efectos han sido borrados casi en su totalidad por edificios de nueva planta. Aquí se mueve mucho, pero que mucho dinero y más que el París del Mediterráneo yo diría que el Mónaco del Mediterráneo. Todo son 4x4 de lujo, las mejore tiendas, las mejores marcas... ¡qué barbaridad! Pero ya digo, parece una ciudad de cartón piedra pues todo es nuevo. Frente al Hotel Cavalier hay un supermercado de un argentino que prepara unos bocadillos deliciosos y se alegra mucho de poder hablar español de nuevo.

A parte de esto la ciudad está llena de tanquetas, alambradas y soldados patrullando muy bien armados, cerrando el paso aquí y allá, pidiendo documentación a la primera que enfocas la cámara, ¡un rollo, vaya!. Queríamos pernoctar dos noches pero sólonos quedaremos una y aprovecharemos para ganar tiempo al tiempo. El objetivo es llegar al dia siguiente a Iskenderun en Turquía (A los fans de Indiana Jones sabrán de este pueblo) cruzando 4 pasos fronterizos: salida de Líbano, entrada de nuevo a Siria, salida de Siria y entrada a Turquía.

Por la noche salimos a dar un rulo por el centro y la plaza del reloj está cortada por todas sus entradas como si fuera a producirse un atentado en cualquier momento. Me tranquilizo viendo la gente a mi alrededor acogiendo este hecho con "normalidad". Cenamos unas pizzas por ahí y nos tomamos unos tragos que hacía rato no bebíamos ron. Jóse está plegado a las pipas de narguilé con sabor a manzana. Ya en Libia le cogió el gusto y aún no las ha soltado. Aquí fuma todo el mundo, de los jóvenes a los mayores, hombres y mujeres por igual y el aroma dulzón que desprenden es de lo más relajante. Aquí en Líbano hemos visto este tabaco con sabor a manzana, a melón, a sandía y a piña. Una delícia. Lo vivido hasta Damasco ha sido in crescendo y tomo plena consciencia de que aquí empieza el final del viaje y lo que queda, salvo alguna que otra excepción, es puro trámite. Sensación agridulce.

Buenas noches y a dormir.

Mañana daremos una buena vuelta por la ciudad antes de irnos.

No hay comentarios: