martes, 26 de agosto de 2008

DECIMOTERCERA ETAPA: SIRIA


7 de agosto de 2.008

Una vez más el contacto que nos proporcionó la agencia falla y no nos recoge en la frontera, ni se presenta en el hotel, ni al final ya ni nos coge el teléfono. Ya esto es lo último. Pensamos que de buena mañana todo será diferente y nada, que sigue igual. La chica nos pone pegas para conseguir un segundo visado de entrada a Siria después que visitemos Líbano, como era nuestra intención.
En esto pasamos la mañana mientras nos dejamos engullir por el viejo zoco de Damasco. Quisiera remarcar que en Siria también son muy limpios y el zoco está en muy buen estado, separados por gremios, hay de todo: ropa, zapatos y complementos por un lado, artículos de peluquería otro, especias más allá, taxidermia y animales muertos acullá, antigüedades... todo lo que se te pueda ocurrir. Todo. Si no está en este zoco es que no existe.
Figui está muy interesado en las monedas antiguas y visitamos unas cuantas tiendas. Nos sacan piezas bizantinas, romanas y de todas las civilizaciones que han ido pasando. Tienen muchísimas cosas y todas ellas muy interesantes. Él se lleva unas monedas Sasaang, yo veo un libro de los cuentos de Sherezade ilustrado con policromías y escrito en árabe que es muy antiguo. Regateo y a la saca.

Paseando por el zoco nos encontramos de repente con las columnas de lo que habría sido el mercado antes del nacimiento de Cristo. ¡Nos quedamos petrificados! ¡Qué maravilla! Lástima que queden pocas en pie, pero lo que hay te da una idea de lo que fue. En tiempos debería haber sido algo extraordinario.

Entramos en otra tiendecita y aquí trabamos amistad con todo un personaje. El anticuario, de unos 60 años pero fuerte como un roble y de complexión atlética, con el pelo totalmente blanco y recogido en una pequeña coleta. Damos un primer vistazo y él nos mira y remira con un par de ojos azules de un azul muy intenso calculándonos bien. Jóse le pregunta por las monedas y el tendero pega un grito con toda la fuerza de sus pulmones que resuena en todo el callejón: "¡Adnaaaaaaaán!". Nos quedamos acojonados y al momento aparece Adnán, el de la tienda de al lado que habla inglés y que nos servirá de traductor.
Nos empieza a enseñar piezas antiguas pero de poco valor, Jóse le compra unas monedas romanas y queda bastante satisfecho. Después se enamora de unas cabezas de piedra bizantina. Regateamos y regateamos y otra vez a la saca. Hemos estado bastante rato y ha sido muy gratificante y divertido.

Marchamos contentos hacia el hotel para dejar las compras y sólo llegar tenemos ganas de regresar a por más cosas. Veo un jarrón muy bonito y como no lo veo caro me lo llevo sin regatear. No hay que ser tacaño.
Después veo un reloj Omega automático que debe tener unos 70 años y que funciona perfectamente. Le hacemos abrir la tapa al relojero para ver la maquinaria y es 100 % original, hasta la cadena de piel lo es. Me pedía una fortuna pero ni tan solo llevaba encima todo ese dineral. Regateamos bastante y el hombre no me lo vende porque sabe que el reloj es bueno y que ya lo venderá más adelante. Me voy.
Regresamos de nuevo por la tienda del anticuario y saludamos al pasar.
Volvemos atrás, reúno todo el dinero que llevo y no llego a lo que pide por el reloj pero tengo que probarlo o me arrepentiré cuando esté en casa. Lucho un buen rato y el relojero cede a desgana. Me dice que lo cuide, que es muy antiguo y que tiene mucho valor. Le miro a los ojos y sé que me dice la verdad. A saber la historia de este reloj, quién lo llevó y qué fue de él. En esta parte del mundo cualquier cosa puede ser cierta. Me lo engancho sólo salir de la tienda.

Volvemos a casa del anticuario. Otra vez: "¡Adnaaaaaaaán!" i solícitamente vuelve nuestro traductor. Jóse sigue queriendo cosas antiguas y de valor. Saca una especie de pequeña urna para cenizas ¡de la época romana!, en muy buen estado. ¡Qué barbaridad!. También una máscara de bronce representando a un niño y una botella de cerámica turquesa con una efigie igualita que si fuera de Versace ¡pero todo eran piezas romanas auténticas! ¡Qué pasada!
Todo vale una fortuna y poco a poco vamos regateando.
Entran varias personas a venderle material y es muy divertido ver la comedia que hace esta gente simulando que se enfadan entre ellos y tirándose el dinero por la cabeza antes de ponerse de acuerdo.
Con todo este movimiento veo que este hombre es el que corta el bacalao en la zona y por pura casualidad hemos ido a parar a su tiendecita (micro).
Cuando sale todo el mundo seguimos con las negociaciones. Le digo que me da la sensación de que es "Il cappo della Màfia local". Adnán se parte de risa y se lo traduce y éste, partiéndose de risa también, asiente con la cabeza y va diciendo que sí, que él es "EL" cappo.
Le dice a Adnán que cierre la puerta, se dirige a la trastienda y de un escondrijo secreto vuelve con un objeto en la mano.
Un calcetín viejo del que saca ¡una estatuilla de oro egipcia! ¡La madre que lo parió! y en un abrir y cerrar de ojos del mismo calcetín saca ¡UNA REINA EGIPCIA DE ORO PURO! ¡y otra pieza más! ¡¡¡¡ EL REY EGIPCIO!!!! De un oro deslumbrante que pocos han visto. ¡con sus collares y cadenitas! Me quedo petrificado y no me atrevo ni a acercarme para verlas mejor. Tal es el poder de estas 3 estatuillas de oro, que te dejan de una pieza en el sitio como si te hubieran pegado los pies al suelo con cemento. Nos dice que estas piezas no están ni en los museos y es cierto. Están impecables y se nota que no son falsas. Viendo como se nos salen los ojos de las órbitas se da un hartón de reír a nuestra costa y las vuelve a guardar.
Nos obsequia con unas figuritas, antiguas también pero no tanto, por el buen rato que ha pasado con nosotros. De joven dice que viajo de Siria a Alemania en moto, ¡qué casualidad! y cuando le enseñamos con nuestra cámara que precisamente venimos de Barcelona en moto y las ve en la pantalla mientras le contamos la aventura se queda muy pero que muy satisfecho. Creo que aquí tenemos un amigo de los de para toda la vida. Adnán nos dice que fue durante muchos años el campeón sirio de boxeo y nos enseña sus bíceps en posición de ganador. Le digo al Figui que como nos de un mandao, incluso con la edad que tiene, estamos una semana dando vueltas como una peonza. Nos reta a una pelea dentro de la tienda y le digo que mejor en la calle, a ver quién corre más, y vuelve a reír a grandes carcajadas. ¡Todo un personaje!. De verdad que este tipo es de película. Como este no hay dos iguales. Si alguna vez vuelvo a Damasco vengo a verlo seguro y le traigo una botella del mejor vino.
¡Sensacional!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fotos poooorrrrr diosssss fotos necesitamos fotos.Me imagino que las tendreis comprometidas por algún esponsor...pero fooottooosssss ;-)